Llegamos a esta parte del año destacando la importancia que tiene la evangelización para la gente sin Cristo. Las jornadas de oración y apoyo sostenido por la presencia de líderes y obreros del Señor en diferentes escenarios, en iglesias, organizaciones y comunidades eclesiales del país, permiten a los creyentes una preparación adecuada para asumir la tarea con base al lema “Jesús transforma…”
La historia del hombre llama a reflexión por su incapacidad para salvarse a sí mismo. Dios invita a todo ser humano a creer en Cristo, porque de otra manera se pierde. El gran amor del Padre, expresado en la entrega de su Hijo a favor del pecador, contrasta con la incredulidad de un mundo agobiado por el materialismo y la vanidad individual, que es alimentada por la perversión, la avaricia y la idolatría, entre muchas manifestaciones de pecado.
Cada persona importa para Dios. La Biblia señala que el hombre, hecho a imagen y semejanza del Señor, sigue caído por su desobediencia a los mandatos divinos. La única manera de ser restaurado es recibir a Cristo Jesús (Juan 1: 11, 12), creyendo en Él y obedeciéndole, para tener una mente transformada con la cual hacer frente a la vida diaria. El cambio será, no de forma, sino como un proceso que tiene su asiento en el alma de la persona. En correspondencia con esta necesidad profunda del ser humano, que incluye el sentir y el hacer, el mismo Dios ha provisto la sangre de su Hijo, quien “nos limpia de todo pecado” y…quien “apareció para quitar nuestros pecados” (1 Juan 1:7b; 3:5).
El mismo mensaje es para la familia de hoy, que también puede ser transformada por el Espíritu Santo. Un núcleo o la extensión del grupo filial vivirá la experiencia del encuentro con Cristo Jesús, si hay creyentes cercanos que se propongan compartir el evangelio. Hechos 10 relata la historia de Cornelio, centurión romano que recibió el mensaje y fue bautizado con su familia. Dios impactó la vida de este hombre y puede estar trabajando igual en hogares próximos a nosotros, que sean movidos dentro del propósito del cielo para alcanzar a otros. Se trata ahora de orar por esas familias, buscar las indicaciones del Señor y establecer contactos efectivos.
Cada comunidad puede ser igualmente tratada por Dios, porque hay gente que clama por salvación, mucha de ésta sin darse cuenta, o en silencio. El pensar, sentir y actuar de la gente, ha de responder a la obra del Espíritu Santo si la iglesia se propone, en el nombre del Señor, cambios profundos que se extiendan más allá de nuestras fronteras, “…hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). La centralidad del evangelio de Jesucristo es significante porque no descansa en una idea teológica o mera filosofía, sino en la verdad del Dios trino y Supremo para el ser humano, y se fundamenta en el amor de Él para todos los pecadores. Es preciso entonces subrayar la importancia del hombre para Dios desde su origen, así como el alcance de la obra magnífica de Jesús en la cruz y la esperanza cierta de “llegar a ser” salvos en, por y para Cristo.
¿Cómo saber si una persona es transformada por Cristo? La Biblia señala que un discípulo del Señor no ha de conformarse al mundo, sino ser transformado por medio de la renovación de su entendimiento, para comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Rom. 12:2). Antes, deberá presentarse a Él en sacrificio vivo, santo y agradable. Entonces, la vida cristiana ha de ser una proyección de la imagen restaurada de Dios en el hombre, para gloria del mismo Ser Supremo y bendición de muchos más, a su alrededor. Está en escena –ante los demás—la obra perfecta del Dios Trino y Altísimo Señor, en el testimonio que acompaña a la Palabra del evangelio.
Es posible esta obra solo en manos de Dios. Las iglesias bautistas marchan alineadas con la enseñanza Escritural, para la extensión del evangelio de Cristo, en agosto –Mes de la Evangelización—y a lo largo de todo el año del Discipulado Multiplicador. El Señor es glorificado en el accionar de cada congregación, bajo este propósito. ¡¡Dios bendiga su obra, ahora y por siempre!!
Elier J. Romero M.
Director General CNBV