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Somos Bautistas

Celebración y Marcha Evangelizadora


Jesús Transforma Oriente

Al llegar a la ciudad costera de Puerto La Cruz, donde la brisa marina nos brindó la bienvenida y sus olas mostraron la grandeza de Dios, fue un lugar ideal para celebrar con alegría y gratitud el 74 aniversario de la Convención Nacional Bautista de Venezuela; en este lugar maravilloso del oriente venezolano, conocido por sus playas de ensueño y sus empanadas de pescado, se convirtió en el epicentro de nuestra familia bautista de Anzoátegui para entonar a viva voz “Marchad Bautistas, fieles hasta el fin”.

Asimismo, al transitar por esta bella ciudad donde la vida cotidiana sigue su curso, en el movimiento de sus habitantes de un lado a otro para ir a sus trabajos o hacer sus compras, como también ver  a los niños jugando en las calles, o las tertulias de los adultos mayores en las plazas, observamos que nuestras  iglesias bautistas en la región, con un fervor renovado en la gran pesca, se preparan en oración, evangelismo y discipulado, para iniciar la Marcha Evangelizadora 2025, que se vislumbra en el horizonte, con una misión que promete llevar el mensaje de esperanza a cada rincón del oriente del país.

Desde Puerto La Cruz, el viaje continuó hacia Cumaná, contemplando la majestuosidad de la creación de Dios entre montañas y playas, así llegamos para participar de la capacitación misionera “Desafío Antioquía”, para enseñar de la Gran Comisión, y en palabras de Jesús según el evangelio de Marcos 16:15 “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, al obedecer lo planteado por Jesús, en esta Marcha Evangelizadora 2025 como bautistas diremos con convicción que Jesús Transforma el Oriente venezolano, en tal sentido, destaco  tres acciones de un marchista relevante:

  1. Un marchista relevante se moviliza, “Id por todo el mundo”; la primera acción de una marchista relevante es su disposición de movilizarse, el mismo Jesús llama a sus seguidores a salir de su zona de confort y llevar el mensaje de salvación a todas las naciones, tal compromiso implica la movilización de una ciudad a otra, de un municipio a otro, de una parroquia a otra, de una iglesia a otra, en este mes de agosto con énfasis en la evangelización, tenemos distintas movilizaciones en el país para evangelizar y discipular. Es nuestra oración que Dios nos proteja en cada movilización para ir a cumplir Su Misión.
  2. Un marchista relevante vive y predica el evangelio “y predicad el evangelio”; La segunda acción es la dedicación a vivir y predicar el evangelio, en este sentido, el vivir el evangelio implica el reconocimiento en nuestras vidas del señorío de Cristo reflejado en nuestro testimonio diario, tal vivencia nos permite ser embajadores de Él; donde  Su vida, Su crucifixión y Su resurrección es el mensaje central de la predicación en Su nombre para el arrepentimiento y el perdón de pecados; así que, solo Su gracia por medio de la fe, encontramos salvación. Un marchista relevante es un testimonio viviente del amor y la gracia de Dios. Es nuestra oración que Dios nos de sabiduría para predicar el evangelio con fidelidad.
  3. Un marchista relevante ama al prójimo “a toda criatura”; La tercera acción es el amor al prójimo, el mismo Jesús instruye a sus discípulos a predicar el evangelio a toda criatura, como también lo expresado en el gran mandamiento: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, el mismo amor que proviene de Dios al amar al mundo nos mueve a compartir el regalo de la gracia en la persona de Jesús por amor a otros, tal acción subraya la importancia de amar y valorar a cada ser humano, en este sentido, un marchista relevante visualiza que un corazón sin Cristo es una oportunidad valiosa para hablar del evangelio de Jesucristo. Es nuestra oración que Dios nos guíe a cada persona que va a escuchar el evangelio. 

En cada paso de esta marcha evangelizadora, desde la brisa marina de Puerto la Cruz hasta las calles históricas de Cumaná y en todo el oriente del país, los marchistas llevan consigo un mensaje de esperanza y transformación, y es donde con gratitud en esta región celebramos el 74 aniversario de nuestra Convención Nacional Bautista de Venezuela reconociendo la fidelidad de Dios  con nuestra organización durante todo este tiempo, pero que también  reafirmamos nuestro compromiso con la misión de Dios en la Gran Pesca con la convicción que Jesús Transforma Oriente, y expresamos como bautistas venezolanos: “mas en tu palabra echaremos la red” .

Con Jesús en Misión

Elier J. Romero. M. Director General


EL COMPAÑERISMO ENTRE LOS BAUTISTAS

Tratar sobre el compañerismo entre el pueblo bautista venezolano invita a reflexionar en el tema del comportamiento diligente de los cristianos en torno al llamado recibido de Dios. Como se ha publicado en nuestro “flyer” de julio, hemos de ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”, según Efesios 4:3.

El texto de Pablo a los hermanos de Éfeso, desde el verso uno al seis, plantea un desafío a la iglesia dentro de una perfecta comunión, posible solo entre personas redimidas por Cristo. Al inicio suena como un ruego divino a través de esta carta, similar al que hace el apóstol a los romanos (12:1) donde les ruega que presenten sus vidas en sacrificio vivo, santo y agradable el Señor, “por las misericordias de Dios.”

En los primeros tres capítulos de la epístola, Pablo dice a los efesios que ellos están en Cristo. En los otros tres capítulos les dice cómo deben andar, porque el Señor da la teoría y también la práctica. Ahora, la confianza del apóstol con la iglesia era de tal magnitud que les escribe con toda propiedad sobre el comportamiento de un discípulo cristiano que viene a ser de testimonio a la causa del evangelio.

Una cosa primordial es la indicación de responder al llamado de un compañerismo que no tiene ninguna semejanza con las prácticas terrenales. No es posible que un cristiano tenga intimidad con los incrédulos, aunque puede ser compañero de trabajo, de estudios o de comunidad. Aquí es viable subrayar que nuestro compañerismo se inscribe en el plano espiritual, dentro de la comunión que viven los redimidos por la sangre de Cristo Jesús.

La iglesia de Cristo se mueve en una unidad maravillosa que produce de forma exclusiva el Espíritu Santo. Ningún humano hace o promueve la unidad, sino Dios. Entonces ¿qué nos corresponde a nosotros? La Biblia responde que guardar esa unidad de manera diligente, bajo el exhorto del Señor y Su propósito de que cada creyente ejerza de manera voluntaria una entrega a Su servicio. Por eso, la palabra que se usa en el verso uno tiene que ver con “andar (conducta) como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.”

Hay quienes sostienen que al no merecer lo que Dios ha hecho por nosotros, se nos ruega que andemos de una manera que se corresponda con lo hecho por Dios a nuestro favor. Aún más, no nos hacemos cristianos por vivir la vida cristiana, sino que se nos exhorta a vivir siendo cristianos por nuestra adecuación a la situación que tenemos en Cristo, como lo menciona Filipenses 1:27. Entonces ¿cuál es nuestra vocación? Ésta no es otra que el llamamiento a servir al Señor, que –según la Biblia—es celestial (Heb. 3:1) y santo (2 Tim. 1:9).

Al valorar este llamamiento, podemos asumir las virtudes del Espíritu (Ef. 4:2), en humildad, mansedumbre y paciencia. La primera se refiere a no tratar de sobresalir o levantarse por sobre los demás, sino ejercer modestia y no darle soltura al ego. La segunda implica control de la emociones para ejercer amabilidad en el trato afable al prójimo, sin dejarse llevar por la ira, el enojo y el rencor. Y la tercera virtud aquí mencionada es mantener la ecuanimidad de genio frente a las adversidades y acoso, facilitando soportar y abrazar al otro “a pesar de…”

Tal enseñanza nos permite como cristianos ejercitar la unidad siendo responsables en las relaciones interpersonales, en las cuales ha de prevalecer el amor hacia el vínculo de la paz. Una sola persona no puede mantener la unidad ni llegar a  la paz, porque necesita de otros…y, en ese aspecto fluye la expresión del cuadro hermoso de un artista que sabe usar líneas, colores y matices, al realizar de manera maravillosa su obra. Solo Dios puede darnos la unidad en la diversidad, mediante la comunión del Espíritu y el verdadero compañerismo cristiano. Fue Cristo Jesús quien afirmó: “La paz o dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da…” (Juan 14:27) Y también expresó: Estas cosas os hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicciones; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Al “andar” como Dios anhela nos sujetamos a Su propósito para todos. En el organismo que es la iglesia, el Espíritu es la vida que penetra cada esfera del cuerpo, guiándolo de manera íntima y vivificante; Cristo es la cabeza que muestra Su trascendencia en el cuerpo (Ef. 1:23); y el Padre ejerce Su soberanía sobre todos. Las tres personas de la trinidad sostienen a la iglesia en una relación triple y única con ésta. Dios permanece en Sus discípulos y nosotros en Él. De aquí que la relación hace posible el ejercicio de Su voluntad en la tierra, mediante Su propósito cumplido en Su Iglesia. ¡Gloria y honra a Él!

Pr. Elier J. Romero Miranda / Director General de la CNBV

LAS MUJERES BAUTISTAS Y SU MISIÓN

La historia en el Nuevo Testamento permite señalar el aporte hecho por las mujeres al avance de la obra evangelizadora y misionera. Casi a la par de los apóstoles, ellas fueron testigos y protagonistas de grandes hechos, como lo observamos por su presencia en los recorridos ministeriales de Cristo Jesús, luego al pie de la cruz en el Calvario  y, por si fuera poco, a la hora de dar el anuncio glorioso del Señor resucitado.

Como portadoras de buenas noticias para el mundo, fueron las mujeres quienes acompañaron las tareas de los primeros evangelizadores y fundadores de iglesias, según la historia bíblica. Con una presencia activa se identificaron en labores parecidas a las de Pablo, Bernabé y Apolos. En Romanos se hace referencia a las ayudas valiosas de Febe (16:1-2), de Priscila junto a Aquila (16:3), de Trifena, Trifosa y Pérsida (16:12). También se menciona en Hechos la labor de Evodia y Síntique, como la historia de Lidia y “las mujeres que se habían reunido” junto al río en Filipos (16:13-14).

En todo este cuadro se aprecia una disposición de las mujeres a asumir con entusiasmo, como “colaboradoras de Dios” (1 Corintios 3:9), la comisión dada por Cristo para llevar el evangelio a todo lugar y hasta lo último de la tierra (Mateo 28:18-20; Marcos 16:15). La tarea pudieron hacerla en obediencia a Dios, animadas, fortalecidas y movidas por el Espíritu Santo, no con fuerzas propias ni buenos deseos o meros recursos humanos, sino como lo plantea el mismo Señor Jesús en Hechos 1:8.

En correspondencia con la historia de Lidia, su familia y las mujeres que la acompañaban, así como del carcelero de Filipos (Hechos 16:11-40), se puede apreciar que la labor misionera y evangelizadora, para la plantación de iglesias, descansa en tres aspectos significativos: 1) La oración como realidad vital, 2) el hogar como epicentro de testimonio cristiano, y 3) la gran comisión como hecho ineludible. Estos elementos se conjugan en un trabajo de iglesias que se preparan para extender el evangelio siguiendo el ejemplo de los apóstoles y de la iglesia cristiana en sus orígenes.

Lidia y sus acompañantes dedicaron tiempo a la oración junto a Pablo, Lucas y Silas. Ella abrió las puertas de su hogar con su familia para dar hospitalidad a los misioneros, que siguieron testificando por unos días de Cristo Jesús; y, en todo este escenario, el mandato de “ID y PREDICAD” dio sus resultados, para la plantación de la iglesia de Filipos.

La iglesia de hoy también está llamada a organizarse y crear estrategias que hagan posible el deseo de Cristo. El propósito divino es la transformación del ser humano y de los hogares venezolanos como epicentro del testimonio cristiano, para honra y gloria de Dios. El Señor cumpla su propósito en nosotros y siga usando a las mujeres en la expansión de la Obra Bautista Nacional en la Plantación de Iglesias Relevantes.              

Pr. Elier J. Romero Miranda / Director General de la CNBV

El cristiano aprende a orar de la mano de Jesucristo, como muestra la Escritura en Lucas 11:1-4. La narrativa bíblica refiere que “uno de sus discípulos le dijo: Señor enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.” Tal petición activó en el Maestro una respuesta inmediata, ante la necesidad manifiesta de quienes debían practicar con solvencia tal disciplina y disfrutar del privilegio de la gracia de Dios.

Una idea de Tomás W. Hunt, profesor jubilado del Seminario Bautista Southwestern y ex director retirado del ministerio de oración de LIfeWay Christian Resources, descansa en que durante toda su vida el ser humano tiene en la oración “el privilegio más grande y la mayor fuente de poder”…  Asegura que “la oración es un don precioso de Dios que nos da el derecho y el privilegio de hablar con Él en cualquier momento y en cualquier lugar.” Todo esto bajo la certeza de que “la puerta siempre está abierta” y que “Dios siempre nos escuchará y responderá.” (Citado por Hayward Armstrong, en su libro “Más cerca de Dios”).

El discípulo dispuesto al desarrollo personal y al ejercicio ministerial siempre buscará una oportunidad para aprender de Cristo Jesús, a conciencia de que el Señor estará listo para enseñarnos. Y nosotros, dispuestos a desaprender para reaprender. Porque hay muchos prejuicios y malas prácticas que se han adquirido en torno a la oración, que dificultan un buen aprendizaje. Por ejemplo, la oración no es un rezo, ni tampoco un discurso perfecto y acabado, con palabras rebuscadas y adornadas. No es tampoco una gritería, ni una demanda o reclamo que hacemos a Dios.  A Él nos sujetamos en oración, con la expectativa propia de un adorador “en espíritu y en verdad.”

Cristo Jesús enseña en primer lugar que la oración debe estar dirigida al Padre, en reconocimiento absoluto de Su persona y de que somos sus hijos (Juan 1:11-12) y nos identificamos como tales. Un gran privilegio es tener al Creador de la vida, Señor de todo cuanto existe y el gran YO SOY, como nuestro Alto Refugio. Él es “Abba Padre” en los escritos de Pablo y Su presencia en y con nosotros es tan vital que dependemos de su accionar diario para dirección, sabiduría y perdón.

En segundo lugar, entendemos que su morada está en los cielos, aunque siendo Omnipresente transciende a todas las cosas, en todo lugar. La enseñanza Cristo céntrica está en que podemos mirar hacia arriba y depender de Él porque “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación” ( ). Es tan seguro que nuestra confianza está cimentada en Su poder y Su posición excelsa, como roca eterna y dador de todo bien. Por eso, somos llamados a posar la mirada en las cosas da arriba, no en las de la tierra (Col. 3:1-2), donde la polilla y el orín corrompen.

La oración enseñada por Cristo nos impulsa, en tercer lugar, a pronunciar la frase “Santificado sea Tu nombre”, con una clara indicación a la continuidad del proceso comenzado por el Señor en nuestras propias vidas (Ef. 4:13). Todo creyente sabe que el Señor es Santo. Pero la Escritura exhorta a que, aprendiendo del mismo Dios, todo cristiano busque por igual la santidad y exprese en la conversación con Él su anhelo de santificación, como obediencia al mandato bíblico en el accionar del Espíritu Santo (1 Pedro 1:14-16). De esa forma, el discípulo proyecta al mundo un testimonio fiel del ministerio divino, en bien del prójimo.

También el aprendizaje nos lleva a valorar el propósito de Dios para la vida del hombre, al expresar nuestro deseo de que “venga Su reino.” Al ser justificado por Jesucristo, el creyente considera que su vida de servicio al Señor y la obra que debe desarrollar tiene que ser en sujeción al Rey de reyes (Juan 18:36). Somos súbditos y por eso el corazón llamado y apartado para servir ha de estar gobernado solo por quien lo convocó a los ministerios. En el fondo, es la vida sujeta al Espíritu de Dios la que puede producir fruto, más fruto y mucho fruto (Juan 15).

En especial y antes de suplicar por pan, perdón y protección para nosotros, el cristiano que ora según Cristo Jesús debe conocer, comprender y aplicar, el propósito de Dios para la vida de todo humano (Juan 6:38). Por eso Jesucristo, antes de referirse a las peticiones propias de cada persona, instruye a solicitar del Padre que se haga aquí y ahora Su voluntad, “como en el cielo, así también en la tierra.”  Esta lección es un reconocimiento a la Soberanía que ejerce el Señor y al poder que emana de Él para un accionar del cristiano obediente (Rom. 12:1-2), en sentido expreso, pero igual en su carácter permisivo para todo hombre.

Es un privilegio orar al Padre, en el nombre de Cristo Jesús y bajo dirección del Espíritu Santo, pero también es una disciplina del cristiano que responde a la gracia de Dios. Al estar sujetos a la misma presencia del Señor, reconocemos que es Dios nuestro, posicionado en las alturas, en santidad, majestad y voluntad, como lo expresa su Palabra. ¡¡Dios nos ayude a orar así!!               

Pr. Elier J. Romero Miranda

Director General de la CNBV

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